Afar, región del norte de Etiopía olvidada y "saqueada" por la guerra
Aicha Nur estaba sirviendo el almuerzo a su hijo Tahir, de 9 años, cuando las bombas cayeron sobre la choza y el cuerpo del niño se cubrió de llamas. La joven madre atrapó a Tahir y a otro de sus hijos y huyó a pie bajo el ataque de artillería, atribuido a los rebeldes tigrianos.
Lograron escapar de su aldea en la región de Afar, norte etíope, pero Aicha no sabe nada de sus otros seis hijos.
Más de 15 meses después del inicio del conflicto en Tigré --mientras los enviados especiales extranjeros hablan de paz, y el primer ministro Abiy Ahmed evoca la guerra del pasado-- Afar se convirtió en el frente más activo.
La región se enfrenta a una reciente ofensiva de los rebeldes, con destrucciones masivas y desplazamientos de pobladores, según responsables y habitantes.
En esta zona árida y calurosa, sobrevivientes conmocionados esperan ayuda alimentaria en escuelas transformadas en campamentos improvisados.
El único hospital de Afar, en Dubti, está totalmente desbordado por la afluencia de víctimas con extremidades fracturadas y los médicos carecen de anestésicos.
Los pacientes se preguntan por qué nadie parece prestarles atención, lamentando que "su voz no sea escuchada", afirma el director del hospital, Hussein Aden.
"Nadie nos escucha", confirma Aicha, sentada con Tahir en su cama de hospital, cazando las moscas que vienen a posarse en las quemaduras de su rostro.
- Kalashnikov contra armas pesadas -
La guerra comenzó en noviembre de 2020 en la región más septentrional de Etiopía, Tigré.
Los combates alcanzaron Afar en julio de 2021, con el despliegue de los rebeldes del Frente de Liberación del Pueblo de Tigré (TPLF).
A finales de 2021, los combates en Afar se intensificaron, antes de que Abiy, Premio Nobel de la Paz 2019, fuera allí para llevar a cabo una contraofensiva, que desembocó en la retirada del TPLF.
Pero estas hostilidades son poca cosa comparadas con los ataques incesantes con tanques y artillería que padecen los habitantes en las últimas semanas.
Las fuerzas regionales, armadas solamente con fusiles de asalto kalashnikov no pueden oponer resistencia.
"No se puede ganar contra morteros con una kalashnikov", explica Ibrahim Abdala, un miliciano de Afar, que fue alcanzado recientemente por un disparo en el pecho.
Los civiles que huyeron de los combates describen viajes agotadores e interminables, a pie, hacia ciudades más seguras, pero incapaces de alimentarlos y acogerlos.
Según documentos consultados por la AFP, en enero había 294.000 desplazados y un portavoz de la región precisó que la cifra alcanza ahora 350.000.
Estos desplazados no saben cuándo podrán regresar a sus hogares, mientras que, según algunos informes, la frontera occidental de Afar esté ocupada por el TPLF.
"Todas las escuelas, clínicas y hospitales desaparecieron en la frontera occidental", observa Valerie Browning, trabajadora humanitaria que vive en Afar desde hace más de 30 años. "Afar fue saqueada, vandalizada y no queda mucho", destaca.
Estas afirmaciones no pudieron verificarse de forma independiente.
Durante la visita de la AFP, decenas de mujeres y niños se sentaron una tarde a la sombra de una acacia junto al lecho seco de un río, compartiendo escasa comida.
"Usted ve la verdad con sus propios ojos. Nos han echado de nuestras casas y estamos comiendo galletas", explica Mohamad Adem Endrisi, un maestro de 32 años de la localidad de Kuneba. "Hay mujeres embarazadas entre nosotros y ni siquiera tenemos una alfombra donde dormir", lamenta.
El TPLF afirma que se vio "obligado" a lanzar una ofensiva en Afar tras los ataques de las fuerzas progubernamentales contra sus posiciones en Tigré, declarandoe "no tener la intención de permanecer mucho tiempo" en la región.
L.A. Beltran--LGdM