Las peleas de gallos se perpetúan desde hace décadas en el sur de Irak
Bajo una luz pálida, un grupo de hombres se apiña alrededor de un ruedo donde dos gallos saltan, agitan sus alas y se dan golpes de espolones y picotazos. En la ciudad portuaria de Basora, sur de Irak, la afición a estos combates se perpetúa desde hace décadas.
En las estrechas gradas de un café que cumple las funciones de reñidero de gallos, los espectadores encadenan vasos de té y cigarrillos, aunque algunos prefieren fumar la cachimba. Son decenas los asistentes a un combate nocturno de gallos en el fin de semana.
Las dos aves de cresta roja dan vueltas por la arena sucia, pegados uno al otro, en una danza violenta en la que se suceden los picotazos hasta sangrar uno y otro.
El enfrentamiento, que puede durar una o dos horas, termina cuando las bestias se agotan o cuando uno de los propietarios interviene para retirar o salvar a su gallo, explica a la AFP Riad Ali, un septuagenario jubilado y árbitro aficionado desde hace una veintena de años.
Durante varias veladas, un fotógrafo de la AFP asistió a estos combates organizados desde hace décadas en Basora, gran ciudad del sur iraquí.
En un país todavía muy conservador, las peleas dan lugar a apuestas, a pesar de que el islam las prohíbe.
En general, los propietarios de gallos, y más raramente los espectadores, hacen las apuestas que van desde 25.000 a 100.000 dinares (entre 17 y 68 dólares).
- "Un placer" -
Aunque prohibidas en numerosos países, las riñas de gallos se practican en todo el mundo, desde India a Filipinas, donde son muy populares, pasando por el norte de Francia, toleradas en nombre de la tradición.
"Desde que nací en 1949 esta disciplina existe. Es una competición muy antigua, popular, que se remonta a los años 1920 o incluso antes", indicó el árbitro Riad Ali.
Desde pequeño estuvo sumergido en este universo, un "pasatiempo" que le transmitió su padre a los 10 años. Según la sabiduría popular, la tradición desembarcó en Basora de los barcos que amarraban en su puerto.
Naji Hamza, también septuagenario, asiste a competiciones desde los años 1970, incluso si los combates estaban "prohibidos en la época de Sadam Husein", el presidente derrocado en 2003 por la invasión estadounidense.
Las organizábamos "en casas aisladas, no en el café o en público", recuerda.
Mohamed, mecánico, participa desde inicios de los 1990 en estas peleas. Sus tres gallos, comprados en Turquía, le costaron entre 1.100 y 900 dólares por cabeza.
"Es un pasatiempo, un placer, en invierno solamente. En la noche vamos al café, pasamos una o dos horas, vemos a los amigos", explica este hombre cincuentañero.
D.F. Felan--LGdM