Bill Sheehan, defensor del río Hackensack, uno de los más contaminados de EEUU
No es ni abogado ni financista ni político pero el activista Bill Sheehan movió montañas para proteger y limpiar el río Hackensack, vertedero de la industria, a diez kilómetros de Manhattan, pese a que todavía queda mucho por hacer.
"Esta región de Nueva Jersey, vecina de Nueva York, es la cuna de la revolución industrial" estadounidense, explica este antiguo taxista inseparable de su visera. "Desde hace más de 200 años, estamos arrasando este río".
El capitán Sheehan, como se le conoce, se dio cuenta del estado preocupante del río después de comprarse un barco. Sus hijos jugaban en las orillas.
"No necesité mucho tiempo para darme cuenta de que el río necesitaba un defensor a tiempo completo", dice de este curso de agua que transcurre por una zona urbana densamente poblada.
Con la Asociación Hackensack Riverkeepers (guardianes del Hackensack), creada a fines de los años 1990, el antiguo baterista, con su largo cuello, su pendiente y su bigote, impidió el paso a promotores e industriales que ya habían drenado el 60% de las marismas circundantes para construir en ellas.
Mediante negociaciones y procedimientos judiciales, consiguió que se protegiera el resto, unas 3.400 hectáreas, sin pagar un céntimo.
De una planta de tratamiento, más al norte, a un hotel, al sur, Sheehan, ha puesto fin a los vertidos incontrolados de aguas negras, gracias a los tribunales o una información transmitida en alguna cadena de la televisión local.
En 2008, logró que el conglomerado industrial Honeywell invirtiera centenares de millones de dólares en la limpieza de una parte contaminada con cromo, en Nueva Jersey, a orillas del Hackensack.
"Era necesario poner fin a este sinsentido", dice Sheehan, mientras su barco remonta el río bajo una suave brisa.
- "Enorme desafío" -
Bill Sheehan "es un mentor, un amigo y un héroe para mi y para muchos defensores de los ríos en el mundo", dice Marc Yaggi, director de Waterkeeper Alliance, que engloba a más de 300 asociaciones de 47 países en el mundo.
Con el cierre de muchas plantas industriales, la protección de las marismas y el fin de vertidos descontrolados, la naturaleza ya se ha empezado a adueñar del lugar.
Muchas aves han reaparecido, como la garza azul, que se cruza con garcetas y águilas pescadoras.
"El río está mucho más limpio y hay que agradecérselo al capitán Bill", dice Michael Gonnelli, el alcalde de Secaucus, a orillas del río.
En Laurel Hill Park, en el sur de Secaucus, los pescadores pescan anguilas.
"Las vuelvo a soltar", dice Evan Ypsilanti, que suele venir desde el norte de Nueva York. "Creo que es mejor no comerlas".
Las autoridades locales recomiendan que no se consuman los peces que se pescan en el Hackensack, ya que contienen diferentes contaminantes, aunque muchos hacen caso omiso.
En el lecho del río todavía se encuentra un cóctel peligros de arsénico, cromo, plomo, mercurio y los tristemente célebres PCB (bifenilos policlorados), conocidos como contaminantes "eternos".
"Cuando hemos colocado carteles para pedir que no se comieran los congrejos, la gente se burla de mi y dicen que los han comido toda la vida y que no les ha pasado nada", cuenta Bill Sheehan. "Muchos ya no están" porque se los ha llevado el cáncer, dice.
El máximo objetivo de Bill Sheehan ahora es descontaminar los sedimentos. Pero a sus 74 años, necesita ayuda, incluso de la justicia, para conseguir los fondos necesarios. "Tendría que vivir 300 años", exclama.
En septiembre pasado, tras varios años de estudio, el gobierno federal aceptó incluir el Hackensack en la lista de "superfondos" destinados a sanear los lugares más contaminados.
La Agencia de Protección del Medioambiente (EPA) se acerca a empresas y colectivos responsables, directa o indirectamente, en el deterioro del lugar para obtener los fondos necesarios, explica Michael Sivak, responsable del proyecto.
"Este lugar supone un enorme desafío", reconoce, "pero no queremos que dure décadas, como otros antes".
Limpiar a fondo el lecho a lo largo de casi treinta kilómetros, parece irrealizable, por lo que la EPA estudia la posibilidad de tratar solo las zonas más contaminadas.
Pero incluso así, Bill Sheehan calcula que se necesitan miles de millones de dólares.
"Soy alguien que vive el momento", dice el activista, "por lo que me ha llevado un poco entender que esto no ocurrirá mañana. (...) No lo veré terminado mientras viva, pero lo que cuenta es el resultado", concluye.
O.Escareno--LGdM