Refugiados ucranianos retornan a Kiev dispuestos a acostumbrarse a la guerra
"Estoy muy contenta de estar aquí", dice María Pshenychna, de 16 años, tras encontrarse con su padre Yuri, de 57, en el andén de la estación de Kiev.
La adolescente es una de las miles de mujeres y niños que, a pesar de la incertidumbre, han comenzado a regresar a la capital ucraniana tras haber huido al extranjero.
"Estoy agradecida con la gente del extranjero, pero me hacía falta mi casa. Mi madre está aquí con mi perro", dice.
María abandonó su casa a fines de febrero a toda prisa al comienzo de la invasión rusa. La zona de Gostomel (noroeste de Kiev) donde vive era entonces escenario de intensos combates. Volvió con la única maleta que se había llevado.
- Gritos de alegría -
"Nos estamos acostumbrando a la guerra, a la amenaza. Los temores que teníamos hace dos meses son diferentes a los de ahora", dice su prima Dana Pervalska, de 27 años, a su lado.
Desde el 9 de mayo, cuando Ucrania temía una gran acción militar de Rusia para conmemorar el aniversario de la victoria sobre la Alemania nazi, los retornos se han acelerado, con 34.000 personas que regresan a Ucrania frente a las 29.000 que salieron del país el martes, según las cifras de la guardia de fronteras ucraniana.
Sin embargo, el balance global sigue siendo ampliamente negativo, con 6 millones de salidas contra 1,56 millones de retornos, según la guardia fronteriza. Pero cerca de dos tercios de los 3,5 millones de habitantes de Kiev ya regresaron, según el alcalde Vitali Klitschko.
Como está prohibido que los hombres menores de 60 años, en edad de combatir, abandonen el país, la inmensa mayoría de los refugiados que retornan son mujeres y niños.
En la estación de Kiev, Roman, de 22 años, miembro de la defensa civil que no puede dar su apellido, espera impaciente, con un ramo de flores, el convoy que trae a su esposa. "Tenemos un poco de miedo, pero decidimos que era mejor volver", dice.
Un poco más allá, camina otro hombre, también con flores.
El tren se detiene y hay gritos de alegría. Las parejas se abrazan y se besan. Los niños se lanzan a los brazos de su padre. La reunión es a veces ruidosa y a veces discreta, con lágrimas.
En la ciudad, la vida parece volver a la normalidad. La mayoría de las trincheras en las calles desaparecieron, las tiendas reabrieron, con supermercados bien abastecidos. Pero hay siempre un toque de queda diario, de 22h00 a 05H00, y sectores de la economía paralizados.
- "Terrible realidad" -
"Hay que acostumbrarse a vivir con la guerra", dice una treintañera, que pidió el anonimato.
Tras dos meses en Polonia, decidió volver y reunirse con su prometido. "La vida en Europa es buena, pero mi vida está en Ucrania. No sé qué pasará en un mes, pero quiero construir el futuro de Ucrania. Quiero tener hijos ucranianos", dice, tras derramar una lágrima de alegría.
"Cuando (el presidente ruso Vladimir) Putin muera, volverá la paz", asegura.
Natalia, que huyó a Lituania con su hijo de seis años y su bebé de 14 meses, también regresó.
"Está más tranquilo. No hay bombardeos o fuego de artillería. La situación es mejor que en marzo (...) Somos ucranianos. La casa es la casa", explica junto a un cochecito que adornó con cinta amarilla y azul, colores de la bandera de Ucrania.
Olena Shalimova no dejó el país pero se refugió en casa de familiares en Leópolis, la gran ciudad del oeste, tras una explosión cerca de su vivienda. Dice que ahora "acepta la terrible realidad" de la guerra y estar "dispuesta a vivir con ella".
"Trabajaba en una agencia de viajes y en un cine. Así que perdí cualquier posibilidad de ganar dinero. Mi misión principal es encontrar trabajo", dice. "El patriotismo no es quedarse en la casa, sino estar donde se es más útil", agregó.
Pero la estación de Kiev es aún un punto de salida al exilio para muchos que temen que el conflicto se alargue y se reanuden los combates en los alrededores de la capital.
"Si no tuviera a mi hijo, me quedaría. Espero volver pronto, creo que nuestro país ganará" la guerra, dice.
En el andén de las salidas también hay abrazos, besos y lágrimas, pero aquí de tristeza.
E.Sanchez--LGdM