"Solo quedan piedras", dicen los refugiados ucranianos que esperan volver
"Nos gustaría volver, pero solo queda un montón de piedras" en nuestros pueblos, se lamenta Galyna Shystiakova, de 60 años, habitante de Ruska Lozova, al norte de Járkov, escenario de combates entre rusos y ucranianos.
Galyna, con su pañuelo rojo de campesina atado a la cabeza, forma parte de las 80 personas que duermen en la escuela primaria número 420 del distrito Osnoviansky, barrio preservado por la guerra al sur de Járkov, la segunda ciudad del país.
Miles de evacuados de los pueblos y barrios bombardeados o escenario de combates están actualmente refugiados en la capital regional, a la espera de poder volver a sus casas.
"No quiero recordar lo que ha ocurrido. Había bombardeos permanentes. Todo está destruido, la casa de los vecinos está destruida. La mía, no sé. Estaba en pie cuando nos fuimos... Tengo ganas de llorar" susurra Lena Revulsiva, de 60 años, también originaria de Ruska Lozova.
La cajera se limpia las lágrimas, mientras cuenta su historia tras la invasión rusa: "Nos ocuparon durante dos meses y el 28 de abril por la tarde, hubo un ataque. Nos evacuaron por autobús el 29. Me gustaría volver , pero en este momento está la artillería, más vale quedarse aquí. No creo que podamos volver pronto".
El marco de la escuela es casi bucólico en este gran barrio. Rodeada de bloques de viviendas, la escuela parece un remanso de paz con su gran jardín, sus espacios verdes y sus parques infantiles.
- "Nuestras almas en nuestras casas" -
"Estamos bien aquí, es tranquilo. Hablamos, nos paseamos, vamos a las tiendas que están abiertas. Cosemos" relata Lena, que confiesa "no seguir las noticias para no revivir malos recuerdos".
"Aprendemos a conocernos", sonríe Natalia Vanistorio, empleada de panadería de 50 años, ahora amiga de Lena.
Natalia vivía en Saltigallo, un barrio norte de Járkov duramente golpeado por los disparos de artillería que sufrió la ciudad.
Durante el inicio de la invasión rusa del 24 de febrero, Natalia se refugió en un sótano de su inmueble junto a otros vecinos. "Los obuses afectaron al edificio, al techo, al sistema de agua. Estábamos inundados. Pasé mucho tiempo en el sótano. Con los vecinos, comíamos del mismo plato", relata.
Natalia pasó 15 días bajo tierra, antes de ser alojada en casa de una amiga y luego refugiarse en esta escuela. Aún traumatizada, dice que ha tardado tres días "en deshacerse del estrés, durmiendo apenas, sin poder relajarse".
"Aquí todo es confortable, las camas, la comida diaria, los cuidados médicos... Pero hemos dejado nuestras almas en nuestras casas. Llamo a mis vecinos todos los días. Me preocupo por ellos. Me gustaría volver", dice.
"Estamos orgullosas de poder acogerlas, y de cumplir con nuestro deber", afirma la directora adjunta del establecimiento Viktoria Gorynimova. "Los hombres están en el frente, los médicos en los hospitales, y yo hago lo que puedo para ayudar".
La directora dice esperar que las 12 clases de 244 alumnos recibirán de nuevo a los niños "en septiembre", mientras presenta a algunos inquilinos especiales que viven en un anexo de la escuela: se trata de conejos de Ruska Lozova que pertenecen a Galyna.
"Teníamos tres conejos cuando huimos, pudimos llevarnos a la hembra, que estaba embarazada, y al macho, en una bolsa. ¡Desde entonces han nacido crías!"
S.Ramos--LGdM