La Gaceta De Mexico - "No estamos solos": en busca de compañía en el fantasmal frente este de Ucrania

"No estamos solos": en busca de compañía en el fantasmal frente este de Ucrania
"No estamos solos": en busca de compañía en el fantasmal frente este de Ucrania / Foto: © AFP

"No estamos solos": en busca de compañía en el fantasmal frente este de Ucrania

El suelo tiembla, los pájaros se dispersan volando y Natalia Timofeyenko sale de su refugio para asegurarse que no está sola en el frente este de Ucrania.

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La estruendosa explosión destruyó parte de una gigantesca mina de sal en la que esta mujer de 47 años trabajaba con la mayoría de sus amigos y vecinos en su pequeña ciudad natal de Soledar.

Su rostro es pálido, con rasgos castigados, propios de la gente que vive con la guerra a las puertas de su casa.

No demasiado lejos, se encuentra a dos vecinos en el exterior de la última tienda de comestibles que todavía funciona y charla con ellos indiferente a la columna de humo negro que remonta hacia el cielo.

"Salgo de mi sótano solo para ver a gente. Sé que hay bombardeos al lado, pero salgo igualmente", dice justo cuando se escucha una nueva explosión.

"Necesitamos saber que no estamos solos y que hay todavía vida por aquí", agrega.

- "La guerra endurece" -

Las ciudades en la línea del frente ucraniano se vaciaron de habitantes. Quedan pocas personas, a menudo ancianas, traumatizadas, que emplean la mayoría del tiempo escondiéndose en oscuros sótanos, normalmente iluminados solo con velas.

El trauma psicológico de la soledad en tiempos de guerra inquieta a un antiguo compañero del presidente ucraniano Volodimir Zelenski, un actor enrolado ahora a las tropas voluntarias con el nombre de guerra "Franko".

Aunque luce traje militar y chaleco antibalas, el hombre todavía conserva su guitarra para divertir a los habitantes desamparados, en sus visitas a los últimos vecinos del lugar.

"La guerra endurece a la gente", afirma Franko, que no quiere dar su identidad exacta por "problemas de seguridad familiar".

"Pierden la razón y necesitan ser devueltos a la vida. Necesitan ser capaces de sentir felicidad otra vez", explica.

- Lo más lejos posible -

La plaza principal de Bajmut, una ciudad expuesta a la misma lluvia de artillería que Soledar ocho kilómetros al noreste, es testigo a diario de la angustia que acompaña estas vidas desarraigadas.

"No sé adónde vamos", declara una vendedora, Anastasia Lebedeva, mientras espera un autobús de evacuación con su hija pequeña.

"Simplemente intentamos alejarnos lo máximo posible de la guerra", añade la madre de 44 años.

Los obuses y los cohetes que golpean Bajmut y Soledar con cada vez más frecuencia indican la intensificación de la ofensiva rusa en el este industrial de Ucrania.

Los combates más violentos tienen lugar en una carretera estratégica que une Bajmut con las asediadas ciudades de Lysychansk y Severodonetsk.

Soledar y otras ciudades similares a lo largo de la carretera son metódicamente destruidas por las fuerzas rusas.

"Hay combates con tanques sobre esta ruta ahora", indica el jefe de la administración militar de Bajmut, Sergiy Kaliane. "Los continuamos repeliendo, pero siguen acercándose".

- "En la oscuridad" -

El comandante "Tornado" de las fuerzas especiales ucranianas sale de un refugio tras una siesta, con un aspecto resueltamente imperturbable ante un nuevo asalto ruso.

Las tropas de Moscú empiezan a tomar las últimas defensas alrededor de la capital administrativa Kramatorsk, unos 60 kilómetros al noroeste de Soledar.

"Tenemos tantos soldados voluntarios que no sabemos qué hacer", asegura Tornado riendo. "Queremos luchar hasta el final", añade.

El único lamento de este militar de 33 años, repetido a diario por otros soldados, es el desfase entre las promesas de asistencia militar occidental y el momento en que las armas llegan al frente oriental.

Pero Ruslan Krasnov, un granjero que vive en la periferia de Bajmut, no quiere ver nuevas armas llegando a su región.

Los vecinos rusoparlantes de este hombre de 48 años acaban de convencer a algunos soldados ucranianos de no instalar una base temporal frente a su domicilio.

Pero sus calles igualmente terminaron bombardeadas por un intenso fuego que arrasó un hangar donde guardaba tractores y otras máquinas agrícolas.

"La gente que vive aquí es muy dura", afirma Krasnov. "Pero nos sentimos abandonados, sentados aquí en la oscuridad".

P.Ortega--LGdM